Docente, una palabra que encierra un profundo valor. Este personaje se dedica a la enseñanza y es que definitivamente es un privilegio formar parte del proceso de aprendizaje de una persona. Pienso que es una vocación y hay quienes pasan la vida así, sienten una afinidad especial por comunicarse con los demás “enseñando”. Capaz esas habilidades son innatas pero lo que es cierto es que una vez que se emprende esta carrera es muy difícil bajarse en la mitad del camino.

El asunto es que dentro de la vida de una persona la función del docente o educador es trascendental. De ahí parte la importancia de esos momentos en donde seleccionamos, por ejemplo, el lugar donde nos formaremos o donde lo harán nuestros hijos. Del provecho que saquemos de este tiempo dependen muchas cosas y es aquí donde se evidencia el esfuerzo y dedicación de esa persona que sin ser nadie, se convierte en parte fundamental de nuestra vida.

Un día estaba sentada en un salón de clases recibiendo cátedra de gente brillante; cerré los ojos y los abrí y estaba parada frente a mi equipo liderando un proyecto de una gran empresa. Años más tarde me encontré en un auditorio aplaudiendo de pie los logros de mis hijas y abrazando a sus maestras, agradeciendo. He estado en todos los frentes y encuentro en el maestro un pilar fundamental en todo proceso.

Un aplauso a los docentes por vocación. A todos aquellos profesionales que imparten conocimientos en áreas específicas. A quienes les han dedicado títulos y hoy en la calle reconocen a gente exitosa y se sienten orgullosos de haber sido parte de ello y a los que después de todo lo que hemos vivido aprendimos la lección y hoy valoramos aún más el estar en un aula rodeados de personas ávidas de información, de aprender.