Conocerlos en serio

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Soy un guayaquileño un tanto atípico. Mi padre nació en Atuntaqui, una ciudad pequeña de la sierra y mi mamá en Babahoyo, una ciudad de la costa. Mi hermana y yo en Guayaquil. Lo poco que sé de mis abuelos paternos se lo debo a las historias de mi papá pues fallecieron antes que yo naciera. A mis abuelos maternos los conocí, aunque tuve una relación un tanto lejana con ellos. Lo cierto es que con el tiempo fui comprendiendo como toda esta “historia familiar” me ayudó a entenderme quién soy actualmente, podría decir que me ayudó a explicarme a mí mismo.

En todos los procesos de reclutamiento es común la pregunta por la experiencia laboral previa, de alguna manera esta “historia laboral” del candidato nos ayuda a comprender mejor quién es él laboralmente. La indagación se vuelve aún más relevante si el candidato está a punto de pertenecer a un equipo de trabajo directo a nuestro cargo. Si bien esto es relevante, desde mi experiencia he descubierto que no es suficiente.

Cuando estamos a cargo de un equipo de trabajo permanente - o más aún de un equipo de alto rendimiento (EAR)- ya sea por desarrollo de un proyecto o por ser nuestro equipo habitual resulta insuficiente involucrarnos con sus “historias laborales”. Un paso superlativo es hacerlo también con sus “historias familiares”. Ojo, que no me refiero a hacer juicio respecto a ellas o a pensar que podremos solucionar algún problema familiar que puedan tener. Me refiero al hecho de conocer un tanto más sobre ellos. Conocer un poco más sobre su realidad familiar nos ayudará a conocer mejor a nuestro equipo. Así como la “historia laboral” nos da luces sobre el empleado, la “historia familiar” nos da luces sobre la persona. Ambas integradas nos dan un marco más real y sincero de ese ser humano miembro de nuestro equipo.

No se trata de una indagación psicológica profunda, excavando en las más recónditas esquinas de la historia familiar de nuestro colaborador. Es algo más bien bastante sencillo. Es saber si es de esta ciudad u otra, a qué se dedicaron sus padres, si está casado o no, con quién vive, de tener pareja a qué se dedica, etc. Datos sencillos que aparecen naturalmente en una conversación al ir por una taza de café más que recostados en un diván. En el tiempo que llevo gestionando equipos esto me ha servido no sólo para conocer e integrar más mis equipos sino también a entender qué los motiva, qué es relevante para ellos y qué cosas de fondo anhelan. 

 

La primera mitad de su vida viviendo en Japón la otra mitad en Perú. Su familia paterna toda japonesa, ella misma de nombre y rasgos japoneses. Y allí sentada estaba, luego del proceso de inducción, como parte del equipo tenía a una "japucha" más que a una peruana. Cuando, a raíz de varias conversaciones, conocí un poco más de su infancia en Japón, empecé a entender que su silencio no era timidez sino respeto. Comprendí que sus intervenciones directas eran expresar lo esencial y necesario antes que falta de entusiasmo. Me di cuenta que la supervisión sobre sus responsabilidades era leído como desconfianza porque en Japón si tu dices que lo vas a hacer pues lo haces y listo. Entendí que ese acto casi heroico de ser puntual en nuestra cultura era para ella práctica común con un trasfondo de valorar el tiempo propio y ajeno.

Su papá décimo DAN en taekwondo. Su madre una mujer con carácter fuerte y una fe religiosa equivalente a 30 DAN. De ella sus primeras palabras conmigo fueron “así que tú eres el famoso Marcelo”. Hasta la fecha me queda la incertidumbre si eso era bueno o malo.

Conocer su historia me ayudó enormemente a potenciar y comprender mejor su aporte. Pude enmarcar mejor sus motivaciones y las cosas que valoraba. Todo ello fue valiosa información para optimizar también el rendimiento y resultado que se nos pedía como equipo.

Sé que es más fácil obviar esto y simplemente quedarnos en el plano laboral con nuestro equipo. Porque después de todo… seamos honestos, conocerlos a este nivel nos genera a los que estamos a cargo del equipo un compromiso más profundo con ellos… y eso también asusta un poco. Sin embargo, si se animan a intentarlo con su equipo hay algunas consideraciones que aprendí y puede servirles:

  1. Gánate la confianza: “no hables con desconocidos” nos enseñan desde chicos. Entonces por qué alguien debería contarte cosas personales de la noche a la mañana. Anda de a poco ganando terreno para que de darse el diálogo sea de connatural.

  2. Tacto y prudencia: Reconoce el momento y las circunstancias adecuadas para hablar de estos temas. Recuerda que es información personal extra.

  3. Él pone el límite: Que el miembro de tu equipo comparta la información que quiera. No fuerces las cosas, eso solo genera desconfianza.

  4. De ninguna manera uses la información: Por ningún motivo se te ocurra volverte un sicario con la información que se te comparte. Todo es confidencial, aunque no se haya hecho explícito. Ni se te ocurra usar esa información en una llamada de atención. De hacerlo habrás sentenciado a muerte a tu equipo y será el fin de tu liderazgo.


Es difícil y no es para todos los que dirigen equipo, pero si lo haces quizás estés empezando a gobernar con la mente y el corazón.


Imagen de Odoo y bloque de texto

Mg. Marcelo Guevara

Coach Certificado Internacional por la ICI de Alemania.
Consultor Partner en Humane Consulting Group.
Docente en Humane Instituto de Negocios.